Comentario
El nuevo gobierno trató de asegurar la paz internacional, el orden interior y la estabilidad financiera, a la vez que adaptaba su gestión de gobierno a las interpretaciones constitucionales de Luis Felipe. Para conseguirlo contó con el apoyo de cómodas mayorías parlamentarias en las que siempre había una considerable proporción de funcionarios. La oposición republicana, maltrecha desde la derrota electoral de 1834, había quedado inutilizada por la Ley de Asociaciones de 1834 y la de Prensa de 1835. Parecía el momento de asentar el régimen sobre la base de la prosperidad material que se empezó a acusar en los años cuarenta.Francia, en aquellos años, era todavía una sociedad acusadamente rural en la que el 75 por 100 de la población vivía en lugares de menos de 3.000 habitantes. En ese ambiente convivía una población de pequeños propietarios, que completaban sus ingresos con el arrendamiento o laboreo directo de otras tierras, con una aristocracia terrateniente, muchas veces de orientación legitimista, que se había refugiado en sus posesiones rurales, en las que estaban llevando a cabo una profunda renovación de las técnicas de cultivo. Estos terratenientes ejercían una profunda influencia en la vida local, aparte de la importancia económica de sus explotaciones. En 1840, el 60 por 100 de los 500 franceses que pagaban más impuestos eran terratenientes.En esta Francia eminentemente rural se estaba produciendo, de todas maneras, un proceso de industrialización que no revestía caracteres de transformación súbita porque no dependía de la introducción acelerada de nuevas tecnologías, sino de la disponibilidad de una mano de obra que procedía de los ambientes rurales. Los métodos tradicionales de generación de energía (motores hidráulicos) resistieron frente a las máquinas de vapor y la producción industrial siguió siendo, mayoritariamente, de carácter artesanal.Pero, aunque lentamente, aumentaron los indicadores del proceso de industrialización. Las máquinas de vapor se duplicaron en menos de diez años (de 2-.450 en 1839 a 4.853 en 1847) y también aumentó la proporción de la fundición de coque, indispensable para atender la creciente demanda de maquinaria agrícola. En cuanto al tendido ferroviario, los 175 kilómetros existentes en 1837, se convirtieron en 500 cuatro años más tarde y en casi 2.000 en 1848, cuando cayó el régimen de Luis Felipe.Era un crecimiento económico alentado por el Estado, que brindaba el marco legal que lo hacía posible. Ése era el significado de la política aduanera proteccionista, o de las garantías ofrecidas a los patronos con la prohibición del asociacionismo obrero y la absoluta libertad de contratación de que disponían. Por otra parte, el Estado se había comprometido seriamente en la mejora de las vías de comunicación. Aparte de la Ley de 1836, que responsabilizaba a las autoridades comunales de la conservación de las vías locales, el Estado construyó en aquellos años casi 1.500 kilómetros de canales fluviales y, por la Ley de 11 de junio de 1842, estableció la fórmula de entendimiento entre el Estado y las compañías ferroviarias, que hizo posible la atracción de capitales británicos y suizos para la construcción del tendido ferroviario.Este clima de prosperidad económica se tradujo también en una relativa distensión política. En ese contexto fue en el que François Guizot pronunció su famoso "enriquecéos", pero no debe olvidarse que la frase no era una simple invitación a participar en un ambiente de negocios más o menos fáciles, sino una alternativa a quienes pretendían la ampliación del cuerpo electoral mediante la rebaja de la franquicia fijada en la ley electoral. Frente a esa petición argumentaba que habría más electores si se conseguía que hubiese más personas que alcanzasen el nivel económico exigido, y la frase completa, no se olvide, fue: "enriquecéos, con el trabajo y el ahorro".